Para empezar, he de decir que la premiere fue magnífica. La season finale de la cuarta temporada nos dejó con la miel en los labios como se suele decir, con la historia del santuario Terminus completamente inacabada. Pero la espera ha merecido la pena: 45 minutos cargados de emoción en los que no te puedes despegar de la pantalla ni un segundo. Con una trama interesante y rápida con final emotivo, no le ha sobrado ni un minuto. Chapó.
El segundo capítulo ha aflojado el ritmo (normal después de una premiere así de espectacular), pero aún así ha mantenido un buen nivel. Conocemos a un nuevo personaje, el padre Gabriel, interpretado por Seth Gilliams, que lo conoceréis de sobra si habéis visto The Wire y esto es motivo suficiente para mí para que me guste ya este personaje. Parece un bonachón (o quizás simplemente un cobarde) que no se ha cargado ni a un zombie hasta el momento (ni idea de cómo se las ha apañado), pero Rick no se fía de él para variar, y quizás esconda algo más después de ver grabado en la madera de su iglesia "You will burn for this", que no es algo que se le diga normalmente a un sacerdote.
En definitiva, la temporada ha comenzado muy bien, cargada de historias frescas (¡por fin hemos dejado atrás al Gobernador!) y nuevos misterios (¿dónde está Beth? ¿quién conducía el coche? ¿qué son las marcas de los árboles? ¿habían mordido a Bob los zombies y por eso se aleja del grupo llorando? ¿comer carne de cuasi-zombie te convierte en zombie? Vaya lío). Tengo esperanzas en esta nueva temporada de The Walking Dead, así que no me defraudéis y pasaré de hate-watching a simplemente watching.
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